lunes, 17 de diciembre de 2012

martes, 13 de noviembre de 2012

Preguntas



Creo que todo empieza con una pregunta. La gente que ha aprendido a ser creativa seguramente lo ha conseguido a base de formular excelentes preguntas y de intentar buscar las mejores respuestas. Pero no hay respuestas sin preguntas.
La gente creativa, las empresas innovadoras observan, se preguntan cómo las cosas podrían ser de otra manera y buscan soluciones diferentes e imaginativas a través de la experimentación constante.
Pero muy a menudo nos encontramos con personas y empresas que no quieren formularse preguntas ni interrogantes. Porque seguramente les da miedo.

Quién no se pregunta nada pretende seguir haciendo lo mismo de siempre. Hay muchas empresas dónde la pregunta “impertinente” está mal vista. Las cosas se hacen cómo ordenan los que mandan. Y preguntar, en ese contexto, se vuelve una práctica suicida, irreverente, peligrosa. Por esa razón hay tanta gente que calla en las empresas. Callan porque no quieren complicarse la vida ante un poder que no admite que las cosas puedan ser de otra forma, aunque a veces se disfrace de cordero.

Parece que la mayoría de empresas innovadoras de verdad hacen las cosas de otra manera. Amazon, Apple, Google estimulan la pregunta. De hecho, llegan a crear equipos de gente que tienen la obligación de poner la casa patas arriba y desafiar cualquier tipo de convencionalismo. Desde el statu quo se anima a desafiar el statu quo. Esto es, como dice Gary Hamel, auténtica democracia de la innovación.

¿Para cuándo vamos a ver en España empresas que animen a sus colaboradores a formular preguntas de forma constante para así innovar de forma disruptiva e ir más allá de las fronteras del negocio?



Creo que a muchos directivos les iría muy bien releer (o leer por primera vez) a Hermann Hesse. Demián, Bajo las ruedas, Shiddarta… Magníficas reflexiones que no deberíamos haber olvidado nunca.
Steve Jobs, practicando la meditación, se preguntó obsesivamente por qué no podría haber ordenadores silenciosos. Así nació una de las innovaciones más populares de Apple.
En todas las empresas debería haber sesiones de preguntas reveladoras como mínimo cada semana. ¿Quién se atreve?



http://www.francponti.com/preguntas

"Plussing"



Article publicat a l'Economic 22/10/2012

Es una paraula difícil de traduir. A més a més, hi ha conceptes (com ara “seny” i “rauxa”) que val més la pena deixar-los en la seva llengua original. El plussing  es una tècnica creativa que fan servir els de Disney Pixar que trobo molt original i útil. És sabut que, en aquest país, quan algú té una idea ens entestem a  criticar-la fins a deixar- la reduïda a no res. Ho passem d’allò més bé destruint les idees, a vegades sense fonament. Hem estat educats per destruir més que per construir. Tots portem a dins “un assassí de la creativitat” que actua de manera velada i a vegades covardament. Un iogurt salat? Impossible. Un cotxe sense rodes? Quina bogeria! Som experts en l’anomenat “sentit comú” i tenim tendència a rebutjar les idees disbauxades o absurdes. Tant se val que ens diguin que a les empreses més innovadores del món busquen primer somiar i, després, ja trobaran el moment de ser més realistes i crítiques.

Amb el plussing podem fer un pas endavant i oblidar la nostra tendència a fer d’advocats del diable abans d’hora. Funciona de la manera següent: quan algú diu una idea en veu alta, posem com a exemple “fer paraigües de paper”,en comptes de criticar la idea i eliminar-la, es tracta de millorar-la. D’aquí ve el nom de plussing. Podríem dir “fer paraigües d’un paper impermeable” o “paraigües de paper de cel·lofana”, i ja estaríem millorant la idea.

Sembla senzill, però no ho és tant. Tenim una tendència tan gran a destruir el que no ens agrada que ens costa d’allò més agafar l’hàbit de millorar les idees. Però, quan un equip entrenat domina bé la tècnica plussing, pot aconseguir fites molt més altes que a través d’una simple pluja d’idees o de discussions estèrils.

Posem un altre exemple. Una empresa busca idees per millorar les papereres. Algú obre el foc i diu: “Podríem fer papereres que digerissin els papers i els eliminessin.” La reacció fàcil seria dir: “Això, ara per ara, és impossible.” Però si practiquem el plussing caldria plantejar alternatives de millora: una paperera connectada a un tub hidràulic d’eliminació d’escombraries? Una paperera que comprimeix els papers i fa que s’ompli amb molta més lentitud? La persona que dirigeix la sessió creativa pot anar fent gràfics arbrats de millores i, quan el plussing s’esgoti, començar per una proposta nova.

sábado, 10 de noviembre de 2012

jueves, 8 de noviembre de 2012

"La creatividad se aprende igual que se aprende a leer"


Un día visitando un cole vi a una niña de seis años concentradísima  dibujando. Le pregunté: "¿Qué dibujas?". Y me contestó: "La cara de Dios". 

¡. ..! 

"Nadie sabe cómo es", observé. "Mejor - dijo ella sin dejar de dibujar-,ahora lo sabrán". 

Todo niño es un artista. 

Por qué todo niño cree ciegamente en su propio talento? La razón es que no tienen ningún miedo a equivocarse... Hasta que el sistema les va enseñando poco a poco que el error existe y que deben avergonzarse de él. 

Los niños también se equivocan. 

Si compara el dibujo de esa niña con la Capilla Sixtina, desde luego que sí, pero si la deja dibujar a Dios a su manera, esa niña seguirá intentándolo. El único error en un colegio es penalizar el riesgo creativo. 

Los exámenes hacen exactamente eso.

 
No estoy en contra de los exámenes, pero sí de convertirlos en el centro del sistema educativo y a las notas en su única finalidad. La niña que dibujaba nos dio una lección: si no estás preparado para equivocarte, nunca acertarás, sólo copiarás. No serás original. 

¿Se puede medir la inteligencia? 

La pregunta no es cuánta inteligencia, sino qué clase de inteligencia tienes. La educación debería ayudarnos a todos a encontrar la nuestra y no limitarse a encauzarnos hacia el mismo tipo de talento. 

¿Cuál es ese tipo de talento? 

Nuestro sistema educativo fue concebido para satisfacer las necesidades de la industrialización: talento sólo para ser mano de obra disciplinada con preparación técnica jerarquizada en distintos grados y funcionarios para servir al Estado moderno. 

La mano de obra aún es necesaria. 

¡Pero la industrialización ya no existe! Estamos en otro modo de producción con otros requerimientos, otras jerarquías. Ya no necesitamos millones de obreros y técnicos con idénticas aptitudes, pero nuestro sistema los sigue formando. Así aumenta el paro. 

Pero se nos repite: ¡innovación! 

La piden los mismos que la penalizan en sus organizaciones, universidades y colegios. Hemos estigmatizado el riesgo y el error y, en cambio, incentivamos la pasividad, el conformismo y la repetición.

No hay nada más pasivo que una clase. 

¿Es usted profesor, verdad? Las clases son pasivas porque los incentivos para estar calladito y tomar apuntes que repetirá son mayores que los de arriesgarse a participar y tal vez meter la pata. Así que, tras 20 años de educación en cinco niveles que consisten en formarnos para unas fábricas y oficinas que ya no existen, nadie es innovador. 

¿Cuáles son las consecuencias? 

Que la mayoría de los ciudadanos malgastan su vida haciendo cosas que no les interesan realmente, pero que creen que deben hacer para ser productivos y aceptados. Sólo una pequeña minoría es feliz con su trabajo, y suelen ser quienes desafiaron la imposición de mediocridad del sistema. 

Tipos con suerte... 

Son quienes se negaron a asumir el gran error anticreativo: creer que sólo unos pocos superdotados tienen talento. 

"Sé humilde: acepta que no te tocó". 

¡Falso! ¡Todos somos superdotados en algo! Se trata de descubrir en qué. Esa debería ser la principal función de la educación. Hoy, en cambio, está enfocada a clonar estudiantes. Y debería hacer lo contrario: descubrir qué es único en cada uno de ellos. 

¿La creatividad no viene en los genes?
Es puro método. Se aprende a ser creativo como se aprende a leer. Se puede aprender creatividad incluso después de que el sistema nos la haya hecho desaprender. 

Por ejemplo... 

Soy de Liverpool y conozco el instituto donde recibieron clases de música mi amigo sir Paul McCartney y George Harrison... ¡Dios mío! ¡Ese profesor de música tenía en su clase al 50 por ciento de los Beatles! 

Y... 

Nada. Absolutamente nada. McCartney me ha explicado que el tipo les ponía un disco de música clásica y se iba a fumar al pasillo. 

A pesar del colegio, fueron genios. 

A Elvis Presley no lo admitieron en el club de canto de su cole porque "desafinaba". A mí, en cambio, un poliomielítico, me admitieron en el consejo del Royal Ballet... 

Ahí, Sir, acertaron de pleno. 

Allí conocí a alguien que había sido un fracaso escolar de ocho años. Incapaz de estar sentada oyendo una explicación. 

¿Una niña hiperactiva? 

Aún no se había inventado eso, pero ya se habían inventado los psicólogos, así que la llevaron a uno. Y era bueno: habló con ella a solas cinco minutos; le dejó la radio puesta y fue a buscar a la madre a la sala de espera; juntos espiaron lo que hacía la niña sola en el despacho y... ¡estaba bailando! 

Pensando con los pies. 

Es lo que le dijo el psicólogo a la madre y así empezó una carrera que llevó a esa niña, Gillian Lynne, al Royal Ballet; a fundar su compañía y a crear la coreografía de Cats o El fantasma de la ópera con Lloyd Webber. 

Si hubiera hecho caso a sus notas, hoy sería una frustrada. 

Sería cualquier cosa, pero mediocre. La educación debe enfocarse a que encontremos nuestro elemento: la zona donde convergen nuestras capacidades y deseos con la realidad. Cuando la alcanzas, la música del universo resuena en ti, una sensación a la que todos estamos llamados.


Un día visitando un cole vi a una niña de seis años concentradísima  dibujando. Le pregunté: "¿Qué dibujas?". Y me contestó: "La cara de Dios". 

¡. ..! 

"Nadie sabe cómo es", observé. "Mejor - dijo ella sin dejar de dibujar-,ahora lo sabrán". 

Todo niño es un artista. 

Porque todo niño cree ciegamente en su propio talento. La razón es que no tienen ningún miedo a equivocarse... Hasta que el sistema les va enseñando poco a poco que el error existe y que deben avergonzarse de él. 

Los niños también se equivocan. 

Si compara el dibujo de esa niña con la Capilla Sixtina, desde luego que sí, pero si la deja dibujar a Dios a su manera, esa niña seguirá intentándolo. El único error en un colegio es penalizar el riesgo creativo. 

Los exámenes hacen exactamente eso.

 
No estoy en contra de los exámenes, pero sí de convertirlos en el centro del sistema educativo y a las notas en su única finalidad. La niña que dibujaba nos dio una lección: si no estás preparado para equivocarte, nunca acertarás, sólo copiarás. No serás original. 

¿Se puede medir la inteligencia? 

La pregunta no es cuánta inteligencia, sino qué clase de inteligencia tienes. La educación debería ayudarnos a todos a encontrar la nuestra y no limitarse a encauzarnos hacia el mismo tipo de talento. 

¿Cuál es ese tipo de talento? 

Nuestro sistema educativo fue concebido para satisfacer las necesidades de la industrialización: talento sólo para ser mano de obra disciplinada con preparación técnica jerarquizada en distintos grados y funcionarios para servir al Estado moderno. 

La mano de obra aún es necesaria. 

¡Pero la industrialización ya no existe! Estamos en otro modo de producción con otros requerimientos, otras jerarquías. Ya no necesitamos millones de obreros y técnicos con idénticas aptitudes, pero nuestro sistema los sigue formando. Así aumenta el paro. 

Pero se nos repite: ¡innovación! 

La piden los mismos que la penalizan en sus organizaciones, universidades y colegios. Hemos estigmatizado el riesgo y el error y, en cambio, incentivamos la pasividad, el conformismo y la repetición 

No hay nada más pasivo que una clase. 

¿Es usted profesor, verdad? Las clases son pasivas porque los incentivos para estar calladito y tomar apuntes que repetirá son mayores que los de arriesgarse a participar y tal vez meter la pata. Así que, tras 20 años de educación en cinco niveles que consisten en formarnos para unas fábricas y oficinas que ya no existen, nadie es innovador. 

¿Cuáles son las consecuencias? 

Que la mayoría de los ciudadanos malgastan su vida haciendo cosas que no les interesan realmente, pero que creen que deben hacer para ser productivos y aceptados. Sólo una pequeña minoría es feliz con su trabajo, y suelen ser quienes desafiaron la imposición de mediocridad del sistema. 

Tipos con suerte... 

Son quienes se negaron a asumir el gran error anticreativo: creer que sólo unos pocos superdotados tienen talento. 

"Sé humilde: acepta que no te tocó". 

¡Falso! ¡Todos somos superdotados en algo! Se trata de descubrir en qué. Esa debería ser la principal función de la educación. Hoy, en cambio, está enfocada a clonar estudiantes. Y debería hacer lo contrario: descubrir qué es único en cada uno de ellos. 

¿La creatividad no viene en los genes?

 
Es puro método. Se aprende a ser creativo como se aprende a leer. Se puede aprender creatividad incluso después de que el sistema nos la haya hecho desaprender. 

Por ejemplo... 

Soy de Liverpool y conozco el instituto donde recibieron clases de música mi amigo sir Paul McCartney y George Harrison... ¡Dios mío! ¡Ese profesor de música tenía en su clase al 50 por ciento de los Beatles! 

Y... 

Nada. Absolutamente nada. McCartney me ha explicado que el tipo les ponía un disco de música clásica y se iba a fumar al pasillo. 

A pesar del colegio, fueron genios. 

A Elvis Presley no lo admitieron en el club de canto de su cole porque "desafinaba". A mí, en cambio, un poliomielítico, me admitieron en el consejo del Royal Ballet... 

Ahí, sir, acertaron de pleno. 

Allí conocí a alguien que había sido un fracaso escolar de ocho años. Incapaz de estar sentada oyendo una explicación. 

¿Una niña hiperactiva? 

Aún no se había inventado eso, pero ya se habían inventado los psicólogos, así que la llevaron a uno. Y era bueno: habló con ella a solas cinco minutos; le dejó la radio puesta y fue a buscar a la madre a la sala de espera; juntos espiaron lo que hacía la niña sola en el despacho y... ¡estaba bailando! 

Pensando con los pies. 

Es lo que le dijo el psicólogo a la madre y así empezó una carrera que llevó a esa niña, Gillian Lynne, al Royal Ballet; a fundar su compañía y a crear la coreografía de Cats o El fantasma de la ópera con Lloyd Webber. 

Si hubiera hecho caso a sus notas, hoy sería una frustrada. 

Sería cualquier cosa, pero mediocre. La educación debe enfocarse a que encontremos nuestro elemento: la zona donde convergen nuestras capacidades y deseos con la realidad. Cuando la alcanzas, la música del universo resuena en ti, una sensación a la que todos estamos llamados.








Andrea Casas
Mònica Llavador